Os enseño dos ilustraciones que he hecho para El unicornio que se enamoró de una vaca.
Esta vez esperó a la noche, una noche de luna llena que lo iluminaba todo con su resplandor y que parecía ideal para ver el mundo de la llanura, aunque fuese teñido de azul y blanco, que es como se ven las cosas bajo la luz de la luna.
A través de las hojas vio a un pescador con su caña tratando de lanzar el sedal lo más lejos posible dentro de las aguas del río. Cada vez que lo intentaba el anzuelo se enganchaba en las ramas de los árboles que rodeaban el lugar elegido por el pescador para intentar pescar sus pescados. Y por eso farfullaba, protestaba, decía palabrotas y otras lindezas como: “¡Voto a bríos! ¿Es que no habrá manera de que esos malditos árboles le dejen a uno pescar en paz? ¡Parece que tuvieran vida y se entretuvieran enredando en mi sedal!”